Perspectiva económica sobre cómo hablar de la crisis del COVID-19 como consecuencia y no como causa

La construcción de narrativas diversas para pensarse la crisis del coronavirus es tan importante como las mismas medidas de prevención de contagio de esta, espacio en donde pocas veces la ciencia ha tenido un aporte significativo. Por esto, es necesaria la introducción, planteamiento y discusión del panorama actual que nos pertenece a todos, sin excepción alguna. 

 

Juan Sebastián Mutis González
Departamento de Química, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.
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Darwin Camilo Vásquez Rodríguez
Departamento de Química, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.
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Yenis Amada Meza Pérez
Departamento de Química, Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.
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Entre los postulados más mainstream nos hemos encontrado con perspectivas económicas catastrofistas anunciando un final inevitable, así como la posición de diferentes activistas y ambientalistas que llaman la atención para no ignorar crisis semejantes como la crisis climática que cada vez toma más fuerza y que en silencio da su sentencia final. Para ello, solo hace falta pensar en el reloj ambiental instalado en el Union Square de Manhattan, Nueva York, llamado el Metrónomo, contando regresivamente el tiempo que nos queda como sociedad para estar en un punto de no reversa contra el cambio ambiental [1]. Esto y demás hechos han provocado que el panorama sea no solo desalentador sino también hegemónico: todos estamos de acuerdo que el coronavirus es esa catástrofe imprevista que devora cuanto se le cruza delante.

 

Fuente: https://www.stuytown.com/guides/union-square/union-square-clock-metronome

 Sin embargo, ¿qué tan cierta es esta premisa? ¿Nos estamos haciendo las preguntas correctas? Y si es así, ¿en qué estamos fallando? Por nuestra parte, no creemos que la crisis del COVID-19 sea inesperada y mucho menos la causa de todos los males del presente año, sino una consecuencia más de las diferentes decisiones que se han tomado como sociedad, en la forma en que nos dividimos las grandes responsabilidades para el abastecimiento de los alimentos y cómo se han enfrentado otras diferentes crisis en el pasado. Asimismo, las narrativas de la tragedia de que el virus ha venido a arruinarnos han servido para lavarle las manos a un sistema económico que no es tan fuerte y sustentable, en lo absoluto, sino también para evitar hacernos preguntas, como bien, pertinentes. Por lo tanto, es momento de realizar una narrativa diferente enfocada en una perspectiva económica sobre la crisis del coronavirus como consecuencia y no como causa.

Uno de los términos que más ha comenzado a inundar los diferentes periódicos y revistas científicas ha sido “zoonosis”, el cual se refiere a tipos de virus que se contagian desde animales a humanos, ya sea por su contacto accidental o intencionado, al cual pertenece el SARS-CoV-2 que genera la enfermedad respiratoria COVID-19. Es importante mencionar que no es la primera vez que un virus de este tipo causa una emergencia sanitaria de gran magnitud, puesto que ya el mundo se había enfrentado a emergencias como la del VIH, Ébola, H5N1, la gripe aviaria, etc., así como la emergencia de 2003 con un virus de la misma familia SARS-CoV, las cuales han ocurrido en tan solo los últimos 40 años. Y, más sorprendente aún, sólo una vacuna ha salido al mercado, la del Ébola [2].

Diferentes publicaciones han mencionado cómo estas emergencias pasadas servían como un indicador importante de lo que podría venir a futuro si no se tomaban las decisiones y prevenciones necesarias. Y el gran responsable, como era de esperarse, es la industria cárnica y de farming ya que se refiere a una de las industrias con mayor consumo y que más propicia el contacto inadecuado de especies salvajes con el humano. De hecho, los epidemiólogos dividen la historia de los virus en tres etapas, centradas inicialmente con la domesticación de animales que están predispuestos a vivir en hábitats salvajes o silvestres. Y esta relación se hace mucho más evidente a lo largo de los años, donde el consumo cárnico es el más elevado de la historia y en la que los procesos de transporte de animales son inminentes y salvajes, generando así que se haya presentado la mayor cantidad de epidemias que, a diferencia de otras sociedades, como las indígenas, su comportamiento a evitar dichas prácticas les ha traído como consecuencia estar libres de las mismas [2]. A esto se le suman otras prácticas aún más reprochables como lo son la disminución de hábitats naturales y de ecosistemas que pierden sus funcionalidades para la supervivencia de todas las especies que lo habitan, llevando así a extinciones masivas y la propagación de más enfermedades y patógenos derivados de este contacto poco sostenible [3].

Pero esto no es una lección aprendida con la experiencia, sino que, por el contrario, ha sido planteada e ignorada desde tiempo atrás. Incluso Marx, con teoría hegeliana, ya mencionaba las consecuencias de una humanización de la naturaleza como fuerza de trabajo. Y como consecuencia de la naturaleza del capital tenemos una fuerza insensata con un objetivo claro en el sistema actual: su acumulación. Esto explicaría por qué no es posible llegar a un acuerdo entre estas dos fuerzas, entre la natural y la humana, así como también describiría el descenso inevitable al que se podría acercar la sociedad si no se replantean dichas prácticas y, sobre todo, cómo las contamos. Por ello la construcción de las narrativas diversas juega un rol fundamental tanto en la construcción de la ciencia, ya que no es tanto la producción de vacunas y medicamentos la cura de todos los males siguientes, sino también para la producción de un imaginario colectivo que evite dichos escenarios. Dicho esto, el COVID-19 puede verse como la consecuencia inmediata de un mundo que ha puesto todo su interés en la acumulación de capital y ha dejado en segundo plano la consciencia de un ecosistema que es limitado. Y que en tanto su acumulación sea ilimitada, las consecuencias podrían ser irreversibles.

Desde un punto de vista histórico es bien conocido el gran desarrollo que tuvieron las vacunas y medicamentos en la Edad Contemporánea, las cuales salvaron millones de vidas e incluso lograron aumentar la esperanza de vida de la población, en dónde alrededor de los años 1920 la esperanza de vida promedio en EE. UU. era de 56.4 años y para 2015 este valor ya era de 80. Sin embargo, esto trajo a su vez graves consecuencias en el modelo económico actual. En donde existe abuso de sustancias, hay prescripción inapropiada de fármacos y hay un uso extensivo de estos no solo en el hombre sino en la agricultura, p. ej., se utilizan de manera constante en animales para promover el crecimiento y prevenir infecciones [4]. Esto permitió que los microorganismos generaran resistencia a la gran mayoría de medicamentos existentes, lo cual evidencia que el modelo que se tenía en el pasado cada vez es menos efectivo.

 

Fuente: https://www.marxist.com/images/cache/4ecba4316840ed1f5e02e7675c9c9dc7_w700_h500.jpg

 El desarrollo de medicamentos es demasiado costoso como para ser dirigido por empresas diferentes a las farmacéuticas, por lo que la sociedad necesita del aporte e inversión de este sector tan lucrativo. Se tiene un estimado que supera un billón de dólares para sacar una nueva droga al mercado. Esto involucra costos que incluyen investigación en el laboratorio para el desarrollo de una molécula activa, ensayos clínicos, infraestructura, manufactura, publicidad y seguimiento. A su vez, el proceso no solo es complejo sino también extenso, puede tomar hasta 15 años para llegar al mercado [5]. La problemática actual se debe principalmente a la constante adaptación de patógenos como las bacterias hacia nuevos antibióticos, los cuales hacen que la vida útil de estos medicamentos y por tanto las ganancias disminuyan considerablemente. Es necesario mencionar que para controlar el problema de la resistencia a antibióticos y en general medicamentos contra enfermedades causadas por microorganismos, el sistema de salud ha decidido utilizar las nuevas drogas solo para casos extremos, los cuales corresponden a muy pocos casos. De esta manera, se pueden utilizar por mayores períodos de tiempo ayudando así a una mayor cantidad de pacientes. Sin embargo, la solución de una venta pausada si bien parece muy adecuada, para las industrias farmacéuticas es ineficiente, puesto que los grandes márgenes de ganancia característicos en donde la patente está vigente (ellos colocan el precio) se disminuyen, generando en últimas una ganancia mucho menor y a largo plazo (véase figura 1) [6]. En consecuencia, este sector ha abandonado paulatinamente el desarrollo de nuevos antibióticos y ha centrado su interés en enfermedades crónicas y degenerativas las cuales son más lucrativas [5], y no necesariamente presentan mayor importancia.

 

Figura 1. Ganancias de la investigación en antibióticos. Fuente: The antibiotic paradox: why companies can’t afford to create life-saving drugs. https://media.nature.com/lw800/magazine-assets/d41586-020-02418-x/d41586-020-02418-x_18287750.png

Para entender más a fondo este problema, es necesario analizar el desempeño que han tenido las empresas farmacéuticas en los últimos años, en donde un ejemplo de suma importancia corresponde a la Investigación y Desarrollo (I & D) de nuevos antibióticos. Si bien la venta de estos fue un negocio demasiado rentable en el siglo pasado por su gran demanda, hoy en día el mercado para estos ya colapsó. El número de nuevos antibióticos aprobados en las últimas décadas (véase figura 2) ha disminuido notablemente por los factores ya mencionados, e inclusive diferentes empresas que habían logrado sacar un antibiótico al mercado terminaron en quiebra o fueron vendidas e incorporadas a farmacéuticas mucho más grandes debido a la rentabilidad a largo plazo [6]. Esta estrategia de compra de industrias de menor tamaño que lograron sacar un nuevo fármaco al mercado ha sido una de las más utilizadas por las farmacéuticas más importantes como Pfizer, Johnson & Johnson, Roche, Novartis, Bayer, entre otras, para continuar con los márgenes de ganancia a los que están acostumbrados. Sin embargo, esto no resuelve el problema en el cual se encuentra el modelo tradicional de desarrollo de medicamentos contra microorganismos resistentes [5]. La solución solo aplaza el problema e inclusive genera un monopolio en este sector de la salud.

 

Figura 2. Número de antibióticos aprobados en los últimos años.Fuente: The antibiotic paradox: why companies can’t afford to create life-saving drugs. https://media.nature.com/lw800/magazine-assets/d41586-020-02418-x/d41586-020-02418-x_18287748.png

 

Esto trae grandes consecuencias para todo el sistema de salud, ya que los antibióticos son vitales para procedimientos complejos como las cirugías y se utilizan en conjunto con otros medicamentos para el tratamiento de diferentes enfermedades. Lo último tiene relevancia en la situación actual con la enfermedad del COVID-19. Cabe aclarar que a pesar de que los antibióticos no sirven para lidiar con los virus como es el caso del SARS-CoV-2, existen diferentes reportes y estudios que afirman que cerca del 15-20% de los pacientes desarrollan neumonías causadas por bacterias y, en el 50% de los casos, estos microorganismos son resistentes a antibióticos genéricos como la azitromicina; además de que el aumento de casos por resistencia de antibióticos puede aumentar considerando que también se utilizan para tratar infecciones secundarias o incluso para prevenir infecciones que provienen de ventiladores, como los que se utilizan ampliamente en las salas de atención médica con enfermedades como el COVID - 19[6]. En consecuencia, es evidente que sigue y seguirá existiendo una gran demanda de antibióticos y otros fármacos para tratar enfermedades emergentes, por lo que una reestructuración de las grandes farmacéuticas es necesaria. Esta reestructuración debería ir enfocada en prestar mayor atención a la investigación no solo de medicamentos o productos lucrativos sino también al desarrollo de aquellas medicinas que requieren una mayor inversión y tiempo, pero que no significan necesariamente una ganancia. Es decir, con los mencionado anteriormente, es de vital importancia el desarrollo de antibióticos, por su rol en la medicina moderna, así como investigar los casos de resistencia ante los ya existentes. A pesar de esto, el panorama para estos procesos es desalentador ya que, la mayoría de las firmas de biotecnología que se dedican a este tipo de avances son pequeñas y financian dicha investigación con créditos, sin recibir el presupuesto que las grandes farmacéuticas tienen; lo que al final terminan fallando irremediablemente [6]. Si bien las farmacéuticas, como el resto de las empresas, deben buscar la forma de generar las ganancias para poder mantenerse en el mercado, es necesario reconocer la responsabilidad social que posee y de cómo ignorar este hecho puede traer consecuencias que nos dejarían afuera de la posibilidad de tratar futuras pandemias o enfermedades virales; esto sin contar que en muchos casos éstas reciben donaciones y recursos estatales o las peleas legales a las que se ven enfrentadas a la hora de patentar medicamentos como la aspirina en su momento o la vacuna del COVID. Esto demuestra en gran parte cómo el enfoque es principalmente monetario y desvía su impacto en toda la sociedad. Si se hiciese una reestructuración debe lograr que no sea el lucro a base de medicamentos la principal motivación de la industria, sino el impacto social que tiene y cómo repercute en la sociedad.

Adicionalmente, hay otro factor que no se ha tenido en cuenta y corresponde a la falta de inversión a futuro de manera general por todo el sistema de salud, lo cual fue perceptible en el transcurso de esta pandemia. El SARS-CoV-2 corresponde a un virus perteneciente a la familia de los coronavirus, y claramente no fue el primero en ser descubierto en los humanos. De los siete conocidos hasta la fecha, el SARS-CoV2, síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV) y síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) son los de mayor contagio [7]. Ahora, partiendo de la similitud del nuevo virus con los del SARS- CoV (2003) y el MERS-CoV (2012) es lógico pensar que el desarrollo de un prototipo de vacuna y de antivirales eficaces contra la COVID-19, deberían basarse en los avances logrados en las investigaciones realizadas en los últimos 17 años sobre los otros coronavirus. Sin embargo, al haber tenido pocos infectados y principalmente no haber afectado países de la Unión Europea y/o EE. UU. de manera contundente., la investigación por parte de las industrias farmacéuticas con su gran capital fue mínima, dejando al sector público y a las universidades que poseen un capital muy limitado liderando estas investigaciones. De nuevo, los intereses de las farmacéuticas por satisfacer la necesidad de un mercado en donde priman los grandes márgenes de ganancia en un corto plazo terminan afectando al resto de la población, especialmente en países subdesarrollados. Una analogía similar se podría hacer con las redes hospitalarias, en donde por falta de inversión y planeación para afrontar este tipo de problemas se requieren de medidas extremas como cuarentenas prolongadas, cuyas implicaciones económicas cada día son mucho más evidentes para la población en general.

En cuanto al punto de vista científico, esta vez desde la perspectiva planteada y no centrada únicamente en lo que ya se conoce, es importante considerar que dicha enseñanza no sea solamente una herramienta que apoye la narrativa más mainstream, más colectiva, e ignore temas de un gran interés como el sector de la salud. Por el contrario, debería ser una fuente de perspectivas distintas que dé respuestas más allá de lo usual, que no se centre en hacer pruebas y sustentarlas, si no, en proponer realidades distintas en base a los datos de validación que pueden ser utilizados para este tipo de investigaciones que buscan encontrar respuestas fuera de las obvias. De la misma forma, al considerar los hechos planteados a lo largo de este artículo, se espera que más personas consideren el COVID-19 no como ya se ha mostrado en distintos medios, sino también como un abrebocas a todos esos problemas que están presentes por la falta de interés gubernamental, las prioridades capitalistas y la desinformación. Adicionalmente, se busca ver este virus no como la causa de diversos problemas que estamos viviendo, ya sea las muertes innumerables, la cuarentena obligatoria, las medidas de bioseguridad, la pérdida de empleos y negocios en algunos sectores, etc. desde el 2019 y en mayor medida desde inicios del año 2020, si no como una consecuencia de problemas que ya persistían a lo largo de un tiempo y se ignoraron. Empero, no se asume que este sea únicamente una consecuencia de lo mencionado en este artículo, pues también es la causa de los problemas que se están afrontando actualmente.

 

Referencias

[1] James, A. The Digital Numbers in Union Square. StuyTown, 2020, https://www.stuytown.com/guides/union-square/union-square-clock-metronome, (accessed Oct 1, 2020).

[2] Pendergrass, D.; Vettese, T. The Climate Crisis and COVID-19 are Inseparable. Jacobin, 2020, https://jacobinmag.com/2020/05/climate-change-crisis-covid-coronavirus-environment, (accessed Oct 1, 2020).

[3] Hortal, J.; Santos, A. M. C. Rethinking Extinctions That Arise from Habitat Loss. Nature 2020; 584 (7820): 194–196.

[4] Ventola, C. L. The Antibiotic Resistance Crisis. P T 2015; 40(4): 277–283.

[5] Kessel, M. The Problems with Today’s Pharmaceutical Business—an Outsider’s View. Nat. Biotechnol., 2011; 29(1): 27–33.

[6] McKenna, M. The Antibiotic Paradox: Why Companies Can’t Afford to Create Life-Saving Drugs. Nature 2020; 584(7821): 338–341.

[7] Matheson, N. J.; Lehner, P. J. How Does SARS-CoV-2 Cause COVID-19? Science 2020; 369(6503): 510–511.