Cuatro grandes revoluciones han marcado el rumbo de las ciencias biológicas. Desde su fundación, en 1959, el Departamento de Ciencias Biológicas (DCB) de la Universidad de los Andes ha alineado sus contenidos académicos para hacer frente a los diferentes retos tanto de investigación, como éticos que estas plantean. En este artículo se hace una revisión de los descubrimientos más importantes que han caracterizado cada una de estas revoluciones, los desafíos éticos que añaden un nivel de complejidad a estas innovaciones biológicas y los nuevos los compromisos del DCB y de comunidad científica para desatar el poder de la biología, al mismo tiempo que se sopesan los riesgos de estos descubrimientos.
A lo largo de la historia de la biología han existido grandes revoluciones, si entendemos el concepto de revolución como la introducción de un descubrimiento que es importante por sí mismo y que, además, da lugar a un cambio radical en el enfoque que hasta ese momento se le daba a la disciplina. No solo se trata del significado de la nueva información, sino también del efecto que tiene en el enfoque general de la disciplina y su impacto en la sociedad y en el pensamiento humano.
La primera gran revolución se produjo en 1860 con las teorías evolucionistas propuestas por dos naturalistas ingleses, Charles R. Darwin y Alfred R. Wallace, quienes postularon de manera simultánea la teoría del origen de las especies por selección natural y defendieron la universalidad del origen de los seres vivos, con lo que sentaron las bases de la biología moderna.


A partir de ese momento, el rumbo de las ciencias biológicas cambió totalmente. Se abrieron nuevos horizontes que permitieron entender con mayor contundencia los postulados de Darwin- Wallace, es decir, cómo los seres vivos evolucionamos a partir de un ancestro común. También se despejaron todos los interrogantes sobre los fenómenos de la información hereditaria y de qué manera puede modificarse esa información por la ocurrencia de cambios azarosos (mutaciones) en las secuencias de los elementos que constituyen la doble hélice. Por coincidencia, también hace setenta años, gracias a la visión futurista de los fundadores de la Universidad de los Andes, nacieron los programas de Biología y Microbiología del Departamento de Ciencias Biológicas (DCB) en la Universidad y comenzaron sus actividades académicas e investigativas en esa época.
Como era de esperarse, los contenidos de los programas académicos se ajustan de acuerdo con los avances científicos; en el caso del DCB, esto incluyó la tercera gran revolución de las ciencias biológicas. Existe un hilo conductor entre las dos primeras revoluciones que nos lleva a la tercera gran revolución que continúa desarrollándose con una velocidad vertiginosa hasta nuestros días. Esta revolución ha sido el descubrimiento de la universalidad del diseño animal y de los procesos básicos de regulación de las funciones biológicas, el cual tiene grandes implicaciones para la humanidad y, quizás, ha sido la revolución que ha tenido mayores desarrollos tecnológicos hasta el día de hoy.
Si bien estos tres hechos han conducido a una nueva comprensión del fenómeno evolutivo y de la propia biología de los seres humanos, también ofrecen una nueva imagen de todos los procesos biológicos en el planeta y están llamadas a revolucionar la propia estructura de la sociedad humana.