El carbono es la columna vertebral de todas las formas de la vida en el planeta, clave para el balance de los ciclos de la tierra y bajo constante modificación por parte de cada una de nuestras actividades económicas desde que inventamos el motor y le dimos inicio a la quema de combustibles fósiles.
Lorena Neira-Ramírez*
Una montaña, un río, la lluvia, un bosque y el mundo por descubrir que reside en las profundidades del océano. Todos y cada uno de estos escenarios que parecen fantásticos de la naturaleza giran en torno a átomos de carbono. El carbono es la columna vertebral de todas las formas de la vida en el planeta, clave para el balance de los ciclos de la tierra y bajo constante modificación por parte de cada una de nuestras actividades económicas desde que inventamos el motor y le dimos inicio a la quema de combustibles fósiles.
El tipo de fuentes de energía de las que dependemos hoy en día, y que utilizamos para transportarnos, producir alimentos y construir edificios y ciudades nos han llevado a desbalancear la cantidad de carbono en océanos, tierra y atmósfera, dando como resultado la pérdida del mundo natural y su biodiversidad.
Sin embargo, esta es una realidad que podemos cambiar. Gracias a los Océanos globales, una vasta mayoría del carbono que emitimos anualmente es capturado en la superficie del océano y luego sumergido en ecosistemas profundos en donde permanece almacenado por largos períodos de tiempo. Todo este carbono que es removido de la atmósfera y transformado en estructuras del paisaje marino, como es el caso de los esqueletos de los arrecifes de coral, es a lo que el mercado de carbono ha denominado carbono azul.
A partir del trabajo que varios sectores de la sociedad ejerzan para impulsar el carbono azul, el océano y el carbono serán protagonistas de cómo con innovación y tecnología, la humanidad le apuesta a corregir cientos de años de emisiones de dióxido de carbono. El carbono azul se presenta especialmente como una oportunidad única en la historia de la humanidad de cumplir con una tarea esencial para nuestra supervivencia: la de proveer valor económico a la remoción de emisiones de dióxido de carbono y con suerte, a la par, trazar un camino definitivo a la restauración del mundo natural.
Diversidad: la clave del éxito del mundo natural
Como biólogos estudiamos cómo la evolución ha perfeccionado por milenios los mecanismos más efectivos y poderosos para adaptarse. Justamente cuando observamos los sistemas naturales es fácil darnos cuenta de que la diversidad es un factor clave de éxito. Muchos de nosotros estamos familiarizados con la idea de árboles utilizando CO2 para producir el oxígeno que respiramos.
Por ende, y de manera casi que intuitiva, nos hemos enfocado en el manejo de bosques como la estrategia más usada para la remoción de emisiones de CO2. Sin embargo, lo cierto es que los bosques no son el único pulmón del mundo: son los océanos en una extensión mayor. Si queremos compensar grandes emisiones de carbono necesitamos un sistema inmensamente poderoso, capaz de autorregenerarse y extender su actividad a una escala global. Esos son los Océanos.
El gran refrigerador del mundo y el cuarto de control del clima, emitiendo los aerosoles necesarios para la generación de nubes, el agua que luego es transformada en lluvia, absorbiendo radiación solar que haría que nuestras ciudades y ecosistemas terrestres experimentaran temperaturas inhabitables, y siendo el sumidero de carbono más importante del planeta por su gran extensión y riqueza en organismos micro y macroscópicos que utilizan CO2 como “alimento” para crecer y sobrevivir.
Neutralidad, tecnología e industria
La ciencia es contundente. El cambio climático es real, es causado por la humanidad y es el mayor reto de este siglo. Las consecuencias del cambio climático causarán impactos negativos sobre el mundo que aún no terminamos de entender a cabalidad, muchos ya experimentados de manera directa por algunos sectores de la sociedad como lo son la desaparición de islas enteras gracias a: Calentamiento del océano, exposición a nuevas pandemias y escasez alimentaria.
La humanidad ha creado una solución que parece ser una gran promesa a cómo podríamos hacerle frente al cambio climático con la menores modificaciones posibles a la economía. Esta solución es nada más y nada menos que la creación de un nuevo mercado al que llamamos el mercado de carbono. El concepto es bastante simple; las industrias que queman combustibles fósiles ahora tendrán que pagar por un servicio de remoción de CO2: es decir, tendrán que hacerse responsables por las actividades de descarbonización pagando para descontaminar.
Sin embargo, esto puede tornarse contraintuitivo para industrias cuya naturaleza es la de la quema de combustibles fósiles. La industria del petróleo es un gran ejemplo de este tipo de industrias, siendo innegable el hecho de que su rol es importante, y por el momento irremplazable el funcionamiento de la sociedad y la economía.
Para ellos, la carbono neutralidad no implicará necesariamente reducir su dependencia en combustibles fósiles sino por el contrario tendrá que contemplar otro tipo de preguntas más interesantes como la de identificar e invertir en tecnología que contribuyan a la remoción del CO2 que hemos estado emitiendo a la atmósfera desde la revolución industrial.
Un número que equivale a cientos de Giga toneladas y para el cual ya varias soluciones de remoción de carbono en fase de ideación ya están recibiendo miles de millones en financiación con el objetivo de convertir nuestras industrias en carbono neutrales. Algo que se ha definido como un escenario en el carbono que emitimos en forma de CO2 será proporcional al carbono que removemos de la atmósfera a través de tecnología y mejor manejo de nuestros ecosistemas.
Construir un puente entre el mundo natural y los mercados de carbono
Entonces, ¿qué se compra y qué se vende dentro del mercado de carbono? A esta divisa se le asignó el nombre de bono de carbono. Cada uno equivale exactamente a una tonelada de CO2 capturado por un sistema natural o una solución de base tecnológica.
Un buen ejemplo de emisión de bonos a partir de un sistema natural de carbono azul es el proyecto adelantado por Colombia en la Bahía de Cispatá, en donde a partir de ecosistemas de manglar se pretende remover 30,000 toneladas de CO2 al año, lo equivalente en peso a 200 ballenas azules, el animal más grande del mundo. Por otro lado, un ejemplo de industria de remoción de carbono de base tecnológica es la compañía suiza Climeworks, que este año cerró una ronda de inversión de 650 M de euros, la más elevada hasta el momento, y secuestró alrededor de 4,000 toneladas al año desde su planta Orca ubicada en Islandia.
El mercado de carbono tiene la tarea importante ahora de asignarle un valor económico a la calidad de estos bonos a través de criterios relevantes para la evaluación de la captura y el almacenamiento de CO2. Desde las soluciones de remoción basadas en la naturaleza surgen oportunidades emocionantes de también ofrecer beneficios sociales y ambientales añadidos a estas actividades de remoción en la que no sólo se capturaría una molécula de CO2 en cada iteración del proceso, sino que también, por ejemplo, se favorecería la biodiversidad de un ecosistema bajo el agua, y en el largo plazo métricas de seguridad alimentaria, agua y aire limpio, entre otros.
El carbono azul como concepto es profundamente emocionante en tanto nos permite reinventar un sistema económico que no tienen que ser extractivistas del mundo natural, sino por el contrario puede ser su mejor aliado una vez empezamos a repensar el mundo sobre la base de la ciencia y la innovación.
Conclusión
Regenerar el mundo es más simple de lo que parece y requiere de creatividad e innovación. Debemos entender que las soluciones con las que mejor le podemos hacer frente al cambio climático son precisamente las que menos tiempo, costo e ideación requerirían de la humanidad: las soluciones basadas en la naturaleza.
El océano, entre las opciones que se nos presentan, son el mejor aliado que tenemos en esos esfuerzos de restaurar niveles seguros de CO2 en la atmósfera, por ser el sumidero más grande de CO2 del planeta tierra. 57 58 Cuánto más diversos y salvajes sean nuestros océanos, mejor cumplirán con ese papel. De esta forma, podemos descarbonizar la atmósfera y carbonizar, restaurar, y ayudar a los ecosistemas marinos para que puedan volver a sus lugares de resiliencia natural.
Unir los puentes entre el crecimiento económico y los recursos naturales desde la ciencia, la comunidad y la economía es la forma más sensata que tenemos de resolver los problemas de diseño que hacen que nuestra economía esté en colapso. Atrevernos a repensar y rediseñar el mundo junto con servicios ecosistémicos como el agua, el aire, recursos alimenticios y la inspiración misma que obtenemos de la naturaleza tienen un valor único e irremplazable para la vida como la conocemos.
Los sistemas naturales nos ofrecen tanto, que no son reducibles a una única divisa pero el mercado de carbono es un gran inicio, que quien sabe, tal vez en unos años, también nos dirija a discutir un mercado y unos bonos de biodiversidad.
* Bióloga. CEO at Blusink. Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla., egresada de la maestría en Ciencias Biológicas de la Universidad de los Andes.
Tomado de la revista digital 'Quarks', producto de divulgación científica del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.