Paujil nocturno, el ave que escapó de la noche

 

Durante casi 200 años, los biólogos creyeron que el paujil nocturno, alguna vez llamado ‘la más difícil de observar de todas las aves sudamericanas’, limitaba su actividad a la noche. Ahora, gracias a la tecnología, y a una investigación con datos de 16 años, un grupo de científicos tumbó un paradigma de la ornitología amazónica

Por: Nicolás Bustamante Hernández*

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Las noches en el Amazonas son un escenario lleno de misterio y fascinación. Allí, en medio de la incertidumbre que generan una gran diversidad de criaturas que acechan en la oscuridad, un sonido sobresale como un profundo ahogo, entre el concierto que emiten los insectos, aves y mamíferos de estos bosques tropicales. Es un ruido gutural, proveniente de la misma garganta de la jungla, que se escucha únicamente desde que se oculta el sol hasta que vuelve a asomarse sobre el horizonte.

Este sonido es tan particular que pocos habitantes o visitantes de la extensa cuenca amazónica podrán declararse ajenos a él. Ese ruido es el canto del paujil nocturno (Nothocrax urumutum), una de las aves más representativas de toda la Amazonía, y la cual toma su nombre por la creencia arraigada de que limita su actividad a las horas de la noche. Una creencia que ha imperado por casi dos siglos. Hasta ahora.

Gracias a un estudio que recopiló datos de 16 años, un grupo de investigadores, encabezado por el biólogo Andrés Link, del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de los Andes, acaba de confirmar que el paujil nocturno no es tan noctámbulo como se pensaba. Una revelación lograda con evidencia científica muy sólida, que replantea un paradigma de la ornitología.

Imagen de un paujil nocturno captado por una de las cámaras trampa empleadas durante el estudio. Foto: John Blake.

Su estudio lo publican en la revista Ornitología Neotropical, dedicada a reseñar investigación sobre aves del trópico americano. Los once autores del documento afirman que, a diferencia de lo que se pensaba, el paujil nocturno es una especie con hábitos principalmente diurnos, lo que lo asemeja a otras especies de crácidos, la familia taxonómica a la que pertenecen otros paujiles, también conocidos como pavones, así como las pavas y guacharacas.

Para llegar a esta conclusión, los investigadores emplearon una herramienta tecnológica cada vez más habitual en el estudio de la fauna silvestre, especialmente en lugares en los que la presencia humana resulta difícil e inconveniente, pues implica perturbar el hábitat y alejar a los animales que se quiere observar: las cámaras trampa, dispositivos de grabación en video y fotografía que pueden funcionar las 24 horas, sin la necesidad de que una persona los esté operando.

Imagen: adaptación de "Insights into the habits of the elusive nocturnal curassow (Nocthocrax uru-m)"

En total, el grupo de biólogos analizó registros captados por decenas de cámaras trampa entre los años 2004 y 2020, los cuales equivalen a un total de 68.838 días-cámara (cada una de estas cámaras operaba las 24 horas del día). A partir de este muestreo, obtuvieron 274 avistamientos independientes de la actividad del paujil nocturno. Para sorpresa de los científicos, todas las apariciones del pájaro frente a la cámara fueron de día, y, ninguna, de noche.

Un misterio de dos siglos

El paujil nocturno fue descrito, en 1825, por el naturalista Alemán Johann Baptist von Spix, quien, además, le asignó su nombre científico. Posteriormente, durante la década de los setenta del siglo XX, el estadounidense Theodore A. Parker III consignó en sus notas de campo los que son considerados los primeros acercamientos al estudio formal de esta enigmática especie.

Parker III, uno de los investigadores que más conocía sobre la historia natural de aves en el campo, murió en un accidente aéreo mientras hacía expediciones en Ecuador, en 1993. En el mismo accidente falleció otra leyenda de la biología tropical, el botánico Alwyn Gentry, el mayor experto en la flora de esta parte del mundo. La información sobre especies tropicales que se perdió con la temprana partida de Parker y Gentry es incalculable. Pese a que Parker III no alcanzó a socializar sus observaciones sobre el paujil nocturno, sus apuntes fueron publicados, de manera póstuma, casi veinte años después de su muerte.

Otra instantánea del ave. Esta fue tomada a las 10:03 a. m. del 28 de diciembre de 2017. Foto: Pablo Medrano.

En el texto, titulado ‘Comportamiento, hábitat y estatus del paujil nocturno en el norte de Perú’, Parker III escribe que esta ave “canta regularmente tarde en la noche, principalmente durante noches despejadas y sin luna, desde las 19:00 y las 23:00, y con menos frecuencia desde las 03:00 y las 04:00 h. Canta de vez en cuando durante noches con luna y aún en noches cubiertas y frescas. Individuos cantan desde perchas ocultas, entre 15 y 25 metros arriba del suelo”.

Parker III indica que solo pudo ver al paujil nocturno en un par de ocasiones, la primera de ellas en la mañana del 31 de mayo de 1982, mientras observaba a un grupo de hormigas moviéndose por la maleza, a lo largo de un pequeño arroyo.

“El pájaro emergió de un matorral oscuro de unas plantas de heliconia. Aparentemente inconsciente de mi presencia, caminó cuesta arriba alejándose de las hormigas que se aproximaban, y desapareció en 15 segundos. Traté de seguirlo por la maleza, pero se desvaneció”, cuenta Parker III, y agrega que “el pájaro parecía estar evitando y tal vez huyendo de las hormigas, pero no puedo descartar la posibilidad de que haya estado alimentándose cerca del enjambre antes de darse cuenta de mi presencia”.

No es de extrañar la fascinación del naturalista, quien ya en la introducción de su estudio había dicho que el paujil nocturno “es probablemente la más difícil de observar de todas las aves sudamericanas”.

Link asegura que ese carácter misterioso del paujil nocturno pervivió hasta la publicación del estudio del que es autor, principalmente por el hecho de que las observaciones de Parker III fueron, durante casi 40 años, con excepción de anécdotas aisladas, la única información sobre estas aves en vida silvestre.

Anécdotas que se vuelven datos

El paujil nocturno pertenece a la familia de los crácidos, los cuales tienen una amplia distribución en todos los países del trópico americano. Son animales similares a los pavos y gallinas domésticas y, de hecho, hacen parte de la dieta de las comunidades indígenas, pues, son de gran tamaño y resultan relativamente fáciles de cazar. Por la presión de cacería, varias de las especies están en peligro de extinción.

La mayoría de paujiles vocaliza de noche y en la madrugada, mientras que el paujil nocturno, aparentemente, lo hace siempre en la noche. Se alimenta principalmente de frutas (son importantes dispersores de semillas), insectos y pequeños vertebrados. Suelen vivir en parejas o en grupos más grandes, y su temporada de anidación está concentrada en los primeros meses del año.

“Anteriormente se pensaba que tenían características particulares para comer y moverse en la noche, pero no tienen diferencias marcadas frente a las otras especies de paujiles, y no cuentan con adaptaciones que apunten a su supuesto comportamiento nocturno, como grandes ojos sensibles a las condiciones de poca luz. En cambio, sabemos que su actividad de comer frutos e insectos la hacen de día; probablemente, pasan toda la noche quietos en las perchas, arriba, entre las ramas de los árboles. Allí duermen y cantan, con fines territoriales o reproductivos”, explica Link.

Diego Mosquera, investigador de la Universidad San Francisco de Quito, ha pasado los últimos 20 años en el Parque Nacional Yasuní (Ecuador), donde ha tenido la oportunidad de ver y fotografiar a cientos de especies de aves, tanto a través de cámaras trampa como con su lente. Él asegura que el paujil nocturno siempre ha sido una incógnita y que “verlo o fotografiarlo es como sacarse la lotería”.

“Gracias a las cámaras trampa hemos podido registrarlo algunas veces, incluso en video. Sin embargo, un registro de esta especie requiere muchísimo esfuerzo de trampeo. Por ejemplo, para registrar la especie más común, el paujil culiblanco (Mitu salvini) en Yasuní, basta con poner una cámara trampa por un par de semanas. En contraste, para registrar al paujil nocturno, yo diría que se requieren al menos unas diez cámaras, por un mínimo de 6 meses. Esto, por supuesto, es variable y también depende mucho de la suerte y el lugar, pero en general, el esfuerzo requerido es enorme”, afirma el experto.

Esa sensación de haberse ganado el ‘premio gordo’ fue precisamente la que tuvo Andrés Link cuando, en el año 2020, observó una imagen del paujil nocturno entre los registros de una de las cinco de quince cámaras trampa que pudo recuperar del Parque Nacional Chiribiquete, luego del inicio de la pandemia, y de que la guerrilla prohibiera el ingreso a esta área protegida, en la Amazonía de Colombia. 

“Inmediatamente vi la foto de un paujil nocturno de día, llamé a Diego Mosquera. Él buscó en sus datos, y encontró alrededor de 10 registros, todos diurnos. Le escribí a John Blake (profesor emérito de Ecología Tropical y Conservación en la Universidad de la Florida), y, cuando vi, ya teníamos unos treinta y pico de registros, todos diurnos. Empecé a contactar a los demás autores del estudio para preguntarles si tenían registros. Otra vez, todos de día”, narra Link visiblemente emocionado.

Link reconoce que llegó a dudar de su propia suerte. “Pensé que era coincidencia, que estaba frente a un fenómeno regional”, admite. Pero no fue así. En total, Link y su equipo reunieron 68.838 cámaras-noche de muestreo, equivalentes a poner una cámara –o sentarse a esperar– por 190 años en medio del bosque.

“Obtuvimos 274 registros, el 0,4 por ciento de todas las imágenes. Si bien había algunos avistamientos en las horas del crepúsculo, cada uno de los registros del paujil nocturno fue durante el día, lo cual demuestra que se mueven solo cuando hay luz. En este punto pensé que, cuando las anécdotas se acumulan, se convierten en datos”, añade Link.

Imagen: adaptación de "Insights into the habits of the elusive nocturnal curassow (Nocthocrax uru-m)"

El biólogo no duda en decir que este ha sido uno de los trabajos más interesantes que ha hecho en toda su vida, porque terminó en un resultado sorpresivo, y porque este tipo de hallazgos, en apariencia sencillos, lo transportan “a las apasionantes épocas de los grandes naturalistas, cuando se empezó a descifrar el comportamiento de los animales, incluso de algunos que durante siglos no hemos podido terminar de conocer”.

Periodista de la Facultad de Ciencias

Universidad de los Andes

Foto de portada: Pablo Medrano