E
s una noche sin luna. Los pescadores salen de madrugada a empujar sus embarcaciones, varadas en bajamar, al agua. A pesar de que el viento es fresco y constante, el sudor empieza a caer en los ojos por el esfuerzo de remar. En sus pies mojados, la sal arde en las heridas que, por estar constantemente húmedas, no han sanado.